martes, 22 de septiembre de 2015

EL REPARTO FUE INJUSTO PARA AYLAN



La Convención de 1951 sobre el Estatuto de los Refugiados, la Convención de 1969 para los Refugiados en África, y el Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) amparan a los refugiados. También están protegidos por los derechos humanos y, si se encuentran en un Estado en guerra, por el derecho internacional humanitario.

El hambre, la falta de futuro, el terror, la miseria, y la falta de seguridad ciudadana provocan el actual éxodo de millones de migrantes desde Oriente Medio y Africa hacia Europa, en bastantes casos expulsados por estrategias geopolíticas de control y explotación de recursos naturales, y a pesar de ello, y de toda la protección formal citada, vemos el desamparo y rechazo que padecen los migrantes de nuestros días:  el Mediterráneo se los traga a miles, Turquía levanta muros fronterizos, en  las fronteras orientales de Grecia los carros de combate impiden que miles de extranjeros concentrados la crucen para subir al tren de la esperanza, el Reino Unido aprueba leyes contra los indocumentados y sus benefactores, las mafias de la migración ilegal siguen haciendo caja, la xenofobia crece, y  los gobernantes europeos enredan, incapaces o hipócritas, discutiendo  si los migrantes son refugiados o inmigrantes laborales.

Durante muchos siglos, millones de europeos migraron por razones bélicas, económicas y sociales, huyendo de la miseria y buscando mejor vida para ellos y sus hijos, pero eso ya lo olvidamos, ya es historia antigua.

Hoy en día, la mayoría de los Estados de la Unión Europea defienden los derechos humanos; pero dice el refrán “ni pidas a quién pidió ni sirvas a quién sirvió”: algunos europeos vemos en los inmigrantes una “oportunidad económica” (como Guindos, un “exiliado” de la especuladora banca mundial, “refugiado” tan ricamente en la nomenclatura política) mientras que en  otros pagos  rechazamos con temor la inmigración, porque nos da miedo lo diferente, porque nos inquieta la posibilidad de perder al compartir, porque nos incomodan los cambios sociales en nuestra zona de seguridad, ignorando que estamos condenados por el envejecimiento poblacional, que la crisis demográfica es importante para el futuro de Europa, siendo muy difícil  mantener la sostenibilidad y un aceptable nivel de bienestar social en una sociedad envejecida, en la que el colectivo de jubilados supone una proporción cada vez mayor de la población laboral activa. 

Las autoridades, con pocas luces ante esta crisis migratoria, se han entretenido discutiendo entre solidaridad humanitaria y cuotas de “reparto justo de los inmigrantes y refugiados”, escurriendo el bulto unos y otros en base a mil argumentaciones, retrasando la entrada y acogida en la UE, permitiendo que se les gaseara en las fronteras;  sólo ante la presión de la opinión pública, de la gente sencilla de la calle y de las organizaciones humanitarias, se han puesto a planificar la acogida temporal, que ojalá no se convierta en una peregrinación de 40 años por el desierto del sufrimiento, de la explotación y del desarraigo hasta alcanzar la soñada “tierra prometida”.

¿quién supervisará que el acuerdo sea justo? ¿justo para quién, para los desfavorecidos que necesitan alimento, trabajo, residencia? ¿justo para los países asolados y esquilmados o para los que explotan sus recursos? ¿estableceremos turnos de acogida en nuestras casas igual que con nuestros mayores? …..creo que sería necesario inventar una Comisión de Justos  que supervisara el respeto a la dignidad y humanidad de los acogidos, y que empezara a estudiar soluciones globales para la gente de todo el mundo, cambiando los patrones económicos y culturales conocidos, para hacer posible el retorno a casa, sin más holodomor, holocaustos u holoquesea, en función de los intereses globales de la humanidad y no de divos, locos o de minorías todopoderosas que dominan recursos y capital.

Abordar las vulnerabilidades de los migrantes es un imperativo humanitario y una responsabilidad colectiva, pues todos los seres humanos tenemos necesidades comunes, pero también es un imperativo moral organizar de manera sostenible este mundo, para que todos podamos retornar a nuestra tierra, a trabajar y vivir dignamente; Aylán no pudo retornar, sólo lo hizo su cuerpo sin vida; que la tierra, de la que le emigraron, le sea leve.



http://www.elperiodicoextremadura.com/noticias/opinion/reparto-fue-injusto-aylan_892561.html